miércoles, 7 de agosto de 2013

En un lugar de Zamora...

...de cuyo nombre no quiero acordarme, he vivido este fin de semana una de esas experiencias tan asombrosas y gratificantes que uno siente que no se borrarán jamás de su retina o que, al menos, tardarán en hacerlo. 
Todo comenzó el sábado por la mañana, cuando me encontraba (junto a Pilar y Pepe) en plena observación de una zona de gran riqueza paisajistica y faunística de la provincia de Zamora. Los ciervos, corzos y algún que otro milano campaban a sus anchas cuando apareció él, tan elegante y majestuoso como siempre. ¡Allí estaba! El lobo. Y estaba junto a un ciervo de grandes dimensiones, lo que nos produjo un nivel aún mayor de excitación. Pronto nos dimos cuenta de lo que estaba sucediendo. El lobo se acercaba al ciervo y volvía a alejarse, intentaba buscarle los flancos, la parte trasera, lo rodeaba... Se les notaba cansados a ambos, muy cansados. Tanto que, el lobo, jadeante, se retiró unos metros y se tumbó entre unos brezos a descansar. El ciervo no podía más, daba unos pasos y se volvía a parar, se notaba que le costaba avanzar. El lobo volvió a levantarse y nos obsequió con una de esas imágenes impactantes de las que os hablo. Se paró frente al ciervo y así, cara a cara, frente a frente, estuvieron durante unos pocos minutos, quizá nada más uno, pero que a nosostros se nos hicieron interminables. Todos estábamos en silencio, con la sangre helada en las venas. El lobo, poco después, volvió a retirarse a los brezos y se tumbó, desapareciendo de nuestra vista.
Ciervo y lobo, mirándose frente a frente.
Tras un corto lapso de tiempo, un segundo lobo apareció por el flanco contrario. En ese momento el ciervo pareció recobrar algo de fuerza y el primer lobo volvió a la carga. Entre los dos, lo fueron azuzando y lo condujeron y persiguieron pendiente abajo. El ciervo coceaba, alguna de sus patadas alcanzó a uno de los lobos, se volvía de vez en cuando, intentaba hacerles frente. Así, con los dos lobos pegados tras él, llegó hasta los árboles que guardan el arroyo en el fondo del valle, momento en el que todos ellos, ciervo y lobos, desaparecieron de nuestra vista.
Ciervo corriendo pendiente abajo, con el lobo tras él.
 Nos miramos unos a otros y comenzamos a pensar y a elucubrar sobre lo que había pasado, sobre si los lobos acabarían con el ciervo, sobre lo grande que era... Pero la mañana había llegado a su punto de más calor y, de alguna manera, sabíamos que tendríamos que esperar la respuesta.
Lobo persiguiendo al ciervo.
Volvimos por la tarde, cuando el calor dejaba ya de apretar, y con la primera vista, comprendimos lo que había pasado. Sobre unas rocas cercanas, inmóviles pero majestuosos, imponentes en su porte, un grupo de buitres leonados y algún que otro buitre negro nos indicaban que el ciervo había sido derrotado. 
La tarde fue un ir y venir de buitres, cornejas, urracas, cuervos, e incluso un águila culebrera que se encontraba en las cercanías. Y cuando la tarde tocaba a su fin y anochecía los lobos volvieron a hacer su aparición en un claro cercano. El volumen de sus barrigas confirmaba que habían dado caza al ciervo. Estaban hartos de carne y no dudaron en tumbarse en el claro para hacer la digestión. 
Cuando cayó la noche y ya no se podía ver nada más, recogimos nuestras cosas y regresamos, prometiéndonos a nosotros mismos que estaríamos de nuevo allí con las primeras luces.
Y así, llegó el Domingo, pero eso amigos, será contado en la siguiente entrada. ¡Hasta pronto! 

(Las fotos de esta entrada no son de gran calidad, son meramente testimoniales. Motivo: estábamos situados a 1 km de distancia, desde un lugar en el que poder observar sin molestar, que es siempre nuestro primer y más importante objetivo)

martes, 4 de junio de 2013

COLIRROJO TIZÓN

Hola amigos!
Vuelvo para contaros una historia que ha sucedido muy cerquita de mi casa durante estos días, y que he tenido oportunidad de seguir de cerca día a día durante este tiempo. 
Todo empezó hace unos días, cuando al salir a la galería tras la cocina comencé a oír un fuerte piar de unos pollitos, y deduje que algún nido había sido instalado por los alrededores. 
Rápidamente cogí una escalera, la cámara de fotos, y salí de casa en busca de aquellos guerreros pollos que alteraban el silencio del edificio. No tardé en encontrarme con esto...

Pollos de colirrojo en el nido.

Aunque gracias al teleobjetivo pude sacarles fotos desde una distancia suficientemente prudencial, al verme aparecer se agazapaban tras la paja del nido y se quedaban callados hasta que yo volvía a bajar la escalera y desaparecía. Ese primer día aún no localicé a los padres, aunque suponía que el nido pertenecía a una pareja de colirrojo tizón (Phoenichurus ochrurus) que llevo viendo todo este invierno por los alrededores de la casa. Sin embargo, los que había cerca en ese momento, expectantes ante lo que ocurría, eran una pareja de pardillos (Carduelis cannabina) que llevan también un tiempo merodeando por el jardín.

Macho de pardillo
 
Hembra de pardillo

Dejé pasar tres días sin acercarme, pues no quería alterar la paz y el crecimiento de los polluelos. Al tercer día, cuando estaba subiendo la escalera, lo primero que hice fue constatar que el nido era de colirrojo tizón, y no por los pollos, sino porque la madre, al verme, empezó a llamarme con un fuerte canto buscando desviar mi atención. Y sí, la desvié, para hacerle ver que no iba en busca de los polluelos, así que la seguí durante un rato, dejando que ella me alejase del nido. Mientras tanto, aproveché para hacerle unas cuantas fotos. Aquí la tenéis, así de bonita...

Hembra de colirrojo

Tres intentos de despiste después, encontré lo que estaba buscando. Mientras la hembra de colirrojo intentaba distraerme, el macho, situado sobre una farola cercana, estaba presto para acercarse al nido a llevarles comida a sus polluelos. No me quitaba ojo de encima, pero en este caso estaba suficientemente callado y quieto como para no llamar la atención...

Macho de colirrojo con una presa en el pico.

No quería molestar, así que me retiré al interior de casa, para dejar al macho que se acercase con la presa a dar de comer a los polluelos, y esperé unos minutos antes de subirme otra vez rápidamente a la escalera, cámara en ristre y sacar fugazmente la foto de dos polluelos ya creciditos, que me miraban con ojos saltones esperando mi próximo movimiento.

Polluelos de colirrojo.

Un par de días más tarde, me encontré con uno de ellos en el suelo, haciendo cortos vuelos ante la mirada atenta de sus padres. Otra visita fugaz, otra vez a una distancia prudencial para no molestar, gracias al teleobjetivo. Y otra vez el polluelo percatándose de mi presencia, pero permaneciendo quieto, como posando para permitirme hacer la foto, antes de marcharme para casa y dejarles con su vida y sus clases aceleradas de vuelo...
 
Polluelo ya volandero de colirrojo.
Y, qué deciros... Que hace ya tres días de esto, y que a los polluelos no los he vuelto a ver. Pero sé que siguen por ahí, intentando crecer y acostumbrándose a la vida fuera del nido... pues varias veces, la última hace apenas una hora, he vuelto a ver al colirrojo macho piando, buscándolos, con una pequeña presa en la boca, deseoso de alimentarles y de verles, por fin... ¡VOLAR!

¡Ánimo, polluelos! Y bienvenidos a esta linda primavera...




miércoles, 24 de abril de 2013

Explosión primaveral...

Definitivamente... ¡ayer fue un buen día!

Estuve dando un paseo por Villardeciervos (Zamora), con Pepe, amigo con quien comparto la pasión por la naturaleza. Fue un buen día, en el que pudimos observar una vez tras otra esa explosión primaveral que nos acompaña desde hace unos días. Primavera que también le ha llegado a mi movil, que ha decidido dejarme sin guasap, internet y todo lo que no sea recibir llamadas... pero esto es otra historia. El caso es que qué mejor manera de aprovechar el 23 de Abril, fiesta de la Castilla y León, y día del libro que haciendo una buena lectura de la naturaleza de nuestra comunidad...
Como os decía, las explosiones de vida y renacimiento natural nos salpicaron durante todo el día. Dejaré para otras entradas las explicaciones pormenorizadas de algunos de estos integrantes, puesto que hoy mi intención es que disfrutéis de todos ellos en conjunto, al igual que yo lo hice.

Nada más comenzar el paseo, nos encontramos con un petirrojo. Primero, en medio del camino, dónde suela salir para observar quién merodea en su territorio, y desde donde emite sus voces de alarma, esos chip-chip metálicos tan característicos. Luego, subido en una rama, alegrando la mañana con sus trinos.

Petirrojo (Erithacus rubecula)

Y, enseguida, nos llamó la atención un pequeño pajarillo que subía correteando por el tronco de uno de los robles. Un agateador común. A él dedicaré mi próxima entrada, puesto que estuvimos un buen rato observando como traía ramitas y pequeños fragmentos de hojas, pelo, etc hasta su nido, escondido dentro de una de las grietas de un roble.
Agateador común (Certhia brachydactyla).
Poco más adelante, y una vez que nos pudimos desembelesar del pequeño agateador, nos salió al paso una curruca capirotada, que no se entretuvo mucho en nuestra presencia. Era un macho con su característico píleo negro (si fuese hembra lo tendría rojizo) Nos miró, dudó un poco, y se marchó volando con viento fresco, hacia otros lugares.

Curruca capirotada (Sylvia atricapilla).
Así que les tocó el turno a los herrerillos. Primero un herrerillo común se asomaba desde una rama, cercano a nosotros, pero empeñado en esconderse, tan coqueto él, para no dejarnos hacer una foto decente. Aún así, aquí lo tenéis, con su antifaz, escondido tras unas ramas, parece un ladronzuelo al acecho de un buen botín.

Herrerillo común (Parus caeruleus)
Cerquita de él estaba el herrerillo capuchino, saltando de una rama a otra con su característico capirote. De colores mucho más blanquecinos que su homónimo, la cresta le delata desde casi cualquier punto de vista.

Herrerillo capuchino (Lophophanes cristatus)
Caminando un rato más, nos encontramos con un pequeño constructor de nidos, un carbonero garrapinos, que estaba estableciendo su hogar entre las grietas de unas piedras, y lo estaba acomodando con pequeños trocitos de lana que traía de las cercanías.

Carbonero garrapinos (Parus ater)
 Y, ¡cómo no!, no podía faltar el pequeño jilguero, subido en esta ocasión a un precioso cerezo en flor.

Jilguero (Carduelis carduelis)
No todo fueron pájaros. Durante la tarde, y mientras nos adentrábamos en un pinar cercano, pudimos ver un ciervo. Con la nueva cuerna que le está creciendo ahora, tendrá que enfrentarse a otros machos por el dominio de sus territorios y por el apareamiento con las hembras disponibles.

Ciervo con los primordios de la cuerna cubiertos de borra
Salimos otra vez al claro y... ¡ya están aquí! Llegados con los primeros calores de la primavera, los abejarucos vuelven a pasearse entre los campos con sus vistosos colores. Este en concreto estaba, en el momento hacer la foto, regurgitando los restos de los artrópodos comidos (el esqueleto externos de estos, de quitina, no se puede digerir) en forma de una pequeña egagrópila.

Abejaruco (Merops apiaster)
Y, por último, ya hacia el final de la tarde, encontramos un grupo de piquituertos (podéis ver en la foto una hembra con el característico pico curvado) merodenando por el pinar. El pico "tuerto" les permite acceder perfectamente al interior de las piñas (ayer pudimos comprobarlo fehacientemente durante un buen rato)

Piquituerto (Loxia curvirrostra)
Y aquí termina el paseo, y la entrada. ¡Hasta la próxima!



miércoles, 17 de abril de 2013

LUCION (Anguis fragilis)

El sábado estuve de salida campestre en la zamorana comarca de Sanabria.
Buen día, soleado, buena ruta, buena compañía..., en fin, todo lo necesario para disfrutar de un buen día en el campo. 
Vimos bastantes bichos, que ya despiertan tras el invierno y comienzan a dejarse ver por aire, agua y suelo. 
Entre ellos, quiero destacaros a un pequeño habitante de los suelos que hace tiempo que no veía, el lución.

Lución (Anguis fragilis)
No es que sea un animal precisamente escaso en algunas zonas de España, donde la humedad y la hojarasca que cubre el suelo le proporcionan un hábitat adecuado y cobijo, pero es dificil verlo, ya que normalmente prefiere permanecer semienterrado, aprovechando la frescura y la humedad de las primeras capas del terreno, entre la hojarasca de hayedos o robledales. Recuerdo ver más de uno en mi provincia natal (Palencia), pero no he tenido la suerte de verlo en Salamanca, donde está relegado a las zonas de sierra del sur de la provincia.

Aunque a simple vista pudiera parecer una serpiente pequeña (es decir, del grupo de los Ofidios), el  lución, pese a carecer de patas, pertenece al grupo de los lagartos y lagartijas (es decir, los Saurios). De hecho, aunque no se observen las patas, sí es cierto que quedan vestigios de extremidades en su esqueleto interno.
Pero no es necesario abrirlo para ver que no se trata de una serpiente, pues hay un elemento externo que, con un poco de pericia y paciencia, puede ayudarnos en su identificación.


Las serpientes poseen un párpado que es fijo y transparente, de hecho es una escama modificada que cubre el ojo. Por el contrario, el lución, al igual que los lagartos y las lagartijas, poseen un párpado móvil, que podéis observar cerrado en la foto que aparece en la zona superior de estas líneas y abierto en la foto inferior.
 

Por último, el lución presenta autotomía, que es la propiedad de desprenderse de una parte de su propio cuerpo a voluntad, normalmente ante la proximidad de un peligro. Esto no ocurre en las serpientes, pero de todos es conocido que sí ocurre en las lagartijas.
El lución es ovovivíparo, es decir, que cría los huevos en su interior y pare después entre 2 y 22 crías.
Y poco más contaros, que se aletarga desde Octubre hasta finales de Marzo, que come caracoles,  lombrices y babosas y que me alegro de volver a verlo después de algún tiempo sin encontrarnos....


Para terminar os contaré que, al volver de la marcha, nuestras miradas volvieron a cruzarse una vez más con la mirada del lobo. Pero eso, amigos, tendréis que disfrutarlo en otra entrada, esta vez en otro blog, el de mi amigo Pepe, más dedicado a esto de los bichos grandes.
¡Hasta la próxima!

miércoles, 10 de abril de 2013

Territorios del Lince II

Hola amigos: 
Pese a las interrupciones provocadas por la garza, las garcetas y sus intenciones de quitarse el cobijo las unas a las otras, me quedaba pendiente un capítulo más sobre mi visita a los territorios del lince ibérico. 
Tal y como os comentaba en la anterior entrada, aunque para nosostros lo más espectacular fue, sin duda, disfrutar de la majestuosidad del elegante felino, nuestra espera se vio recompensasda en numerosas ocasiones por la vista de otros animales singulares presentes en la zona. 
Nuestros ojos cambiaron varias veces de rumbo, apartándose del telescopio con el que peinábamos el valle, y dirigiéndose hacia el cielo, para contemplar una serie de imponentes aves que merodeaban por la zona. 
La primera que os muestro es el águila real, ave que tiene una población bastante notable en España, y que es muy usada en cetrería, llegando a cazar incluso lobos o pequeños ciervos con ella. Muchos de nosotros aún tenemos en nuestras neuronas grabada la imagen de aquella águila real abalanzándose sobre la cabra montesa, rodada por el gran divulgador de la naturaleza, Félix Rodriguez de la Fuente. 
Águila real
Se distingue muy fácilmente en vuelo, gracias a las dos manchas blancas que salpican sus alas y a su gran porte, estamos hablando de un ave de unos 2 metros de envergadura en el macho y unos 2,3 en las hembras.

Casi de sorpresa, de forma majestuosa y enigmática, apareció ante nosotros una pareja de buitres negros. Volando, planeando más bien, a media ladera, se dejaron fotografiar "a gusto de los observadores" osea, nosostros. Algo más grande que "su primo", el buitre leonado, normalmente supera los 3 metros de envergadura, y tiene una diferencia notable respecto a él, que marca su fisonomía y su comportamiento. Tienen un pico más afilado y no tienen la cabeza desnuda como aquellos. 

Buitre negro.
Suelen ser los primeros en llegar a la carroña, y son más escrupulosos que sus parientes. Gracias a su pico, desgarran la piel de los animales que encuentran, y se alimentan únicamente de materia muscular, evitando las vísceras. A veces ingieren algo de piel o pelo, pero no tardan en expulsarlo en forma de egagrópila.

Buitre negro.
El buitre leonado, sin embargo, presenta su cuello prácticamente desnudo, provisto únicamente de un fino plumón al que la sangre y la carne no se adhieren fácilmente. Ello le permite meter su cabeza totalmente dentro de los animales muertos que encuentra. Le vale todo: carne, piel, vísceras... siendo, en este sentido, mucho menos selectivo que el buitre negro. Es común verlo volar en bandadas de unos cuantos individuos, que pueden compartir con unos pocos buitres negros.

Buitre leonado.
He de deciros que, sin duda, el ave que más me impresionó en este recorrido fue el águila imperial ibérica. Puede ser porque sea la más especial, la más amenazada de las aves que os muestro. Puede que sea porque hacía tiempo que no cruzábamos nuestras miradas. No sé lo que fue pero cuando, al mirar hacia el cielo, la volví a ver por primera vez (hay visiones que por muchas veces que aparezcan siempre parecen la primera...), sus hombros blancos me volvieron, como siempre, a dejar impresionado...

Águila imperial ibérica, mostrando los hombros blancos.
Compite con el lince en la caza de conejos, aunque también puede alimentarse de liebres, palomas o pequeños roedores, entre otros. Tiene una envergadura de unos 2 m y una historia que contar. A mediados del siglo XX, solo se tenía constancia de 50 parejas reproductoras. Hoy son unas 350 las que se tienen censadas. Y hay esperanzas de que la población pueda llegar a las 1400 parejas, y poder sacarla del cajón de los animales protegidos. Esperanzas y gente dispuesta a trabbajar por ello. Por ejemplo, la publicación del libro El águila imperial ibérica. El resurgir de una especie amenazada.

En el resto de animales no me voy a detener mucho. Por su especial porte me gustaría mostraros esta foto del muflón, que fue extinguido por la mano del hombre de prácticamente toda Europa, salvaguardándose en algunas islas, y que ahora ha vuelto a ser reintroducido. 
Muflón.
Y también hablaros, por su especial presencia, de la perdiz, ave que en estos lares se encuentra bastante "a sus anchas" Parece consciente de que el lince prefiere sin duda los conejos y de que el propio lince destierra de sus territorios a otros animales que pudieran alimentarse de ella...

Perdiz.
Por último, aunque en cautividad, también nos deleitamos con la vista de algunos toros bravos, y de alguna de las peleas de que fuimos testigos. Toda una demostración de su fiereza y brabura.
 
Toros bravos.
Y, esto es todo, amigos. Pronto volveremos con nuevas entradas. A ver si comienza el tiempo soleado y nosostros podemos regresar a nuestra "naturaleza diminuta". Hasta luego!


jueves, 21 de marzo de 2013

Garza, garcetas y cómo hacer la puñeta.

Hola amigos.
Tenía yo pensado contaros hoy mi segunda parte de los animales vistos en los territorios del lince, pero a veces las vida nos obsequia con espectáculos que, aunque cotidianos, no dejan de sorprendernos, y que deseamos compartir con quienes nos rodean.
Ya os he contado que vivo cerca de Salamanca. Pues bien, después de tantos y tantos días de lluvia, frío, viento, puramente invernales, llevamos un par de ellos con un tiempo más bien primaveral. 
Así que he aprovechado el sol para ir a dar algún paseo, cámara en ristre, por mi Salamanca querida. Entre estos paseos, decidí apostarme en el Puente Romano, y presencié el espectáculo que os cuento. 

Garza Real, oteando mientras se acercaba al dormidero
 A la caida del sol, un grupo de garcetas se fue acercando hacia unos altos árboles donde tienen su dormidero. De hecho, por eso me fui hasta esa zona, con el fin de observar el dormidero de garcetas y otro de cormoranes que está muy cerca de éste. 
Cuando las garcetas se estaban posando, apareció aguas arriba una magnífica Garza Real y, sin pensarlo dos veces, se abalanzó hacia el dormidero de las garcetas, dispuesta a compartir con ellas ese lugar tan privilegiado. Desde luego, no se le puede reprochar, desde esos árboles las vistas de la catedral y los restos de muralla deben ser magníficas...
Garza Real, acercándose a las garcetas.


 Pero, por lo visto, a las garcetas no les hizo ninguna gracia que haya una Garza en sus alrededores, así que se levantaron todas, montando una algarabía bastante considerable y se pusieron a perseguir a la Garza Real. 
Fue todo un espectáculo. La gente que paseaba por el Puente Romano, de repente detuvo su caminar y se pusieron a ver como una bandada de blancas garcetas perseguían a la Garza, y cómo, segundos más tarde, era la Garza la que daba la vuelta y volvaba detrás de ellas. 

Garza Real persiguiendo a las garcetas.
 
Al final, tras varios intentos de unas y otras por ocupar el lugar privilegiado entre los árboles, la Garza Real decidió abandonar su empeño y seguir aguas abajo, imagino que buscando un sitio con unos vecinos menos ruidosos... 

Garza Real (Ardea cinerea)

sábado, 9 de marzo de 2013

Territorios del Lince I

Hola amigos!
Sí, ya sé que hace tiempo que no subo entradas, pero en invierno el trabajo apremia y las ocasiones de fotografiar la naturaleza que nos rodea son pocas. Por si fuera poco, nuestros diminutos amigos no se dejan ver mucho, así que entre unas cosas y otras...
Hoy vuelvo con naturalezas no tan diminutas como las de costumbre, pero con la sensación acuciante de compartir con todos vosotros mi última visita... a los territorios del lince ibérico.
Recientemente, he estado en el terreno del lince, campeando por lo montes que él campea, recorriendo dia tras día a golpe de telescopio y teleobjetivo, los bastos territorios que él domina.
Porque el lince es, ante todo, un animal señorial, un "tío elegante", un señor de sus dominios, al que el paso elegante y seguro le confiere, si cabe, un aspecto aún más majestuoso de lo que uno imagina.

Lo primero que llama la atención, al llegar a sus territorios, es esto:

Señal advirtiendo de la presencia de linces.

 Sí, una señal advirtiendo del paso de linces. No en vano, muchos de ellos mueren en la carretera, atropellados. En esta noticia  podéis ver hasta donde puede llegar el atropello. Precisamente este tema de es una de las prioridades de este año en Doñana, como recoge el Plan de Trabajo del III Life- Lince, que quiere hacer también hincapié en los linces muertos por furtivismo, la causa más importante de las muertes junto a los atropellos.

Volviendo a mis correrías por los terrenos del lince, os contaré que hay dos cosas que me llamaron mucho la atención. 
La primera, como os decía, es pel propio lince, tan señorial, tan majestuoso, tan... lince. Estas fotos, excepto la última, pertenecen todas a un mismo animal, que fue el primero que nos salió al encuentro. Impresiona verlo aparecer, como de la nada, como si siempre hubiera estado allí, sabedor de su dominio sobre los terrenos.
Apareció, de la nada, como si siempre hubiese estado ahí...
Antes de ver el lince, habíamos observado multitud de conejos, su presa preferida. En algún sitio he leido que Hispania significa "tierra de conejos" y, realmente, cuando uno campea por estas zonas, se da cuenta de que algo de razón tienen quienes aseguran que así es. Este lagomorfo, que se encuentra ahora en una etapa de recuperación tras ser minado por las mixomatosis, fiebres víricas, etc, constituye entre el 80 y el 90% de la dieta del lince, de tal manera que la vida de nuestro felino va aparejada indefectiblemente a la presencia de este animal.

Nos ve, nos mira, pero sabe que está a salvo...
 Mientras avistábamos uno de los linces que tuvimos la enorme suerte de ver durante estos días, presenciamos un preparativo de caza. Un lince, acercándose tras una peña, subiéndose a ella, se agazapaba lentamente, sigilosamente, alcanzando el borde bajo el cual se encontraba, ajeno a todo, un simpático conejo. Pero, en esta ocasión, la caza fue truncada. Una urraca, compañeras inseparables y muchas veces avisadoras de la presencia del gran gato, se acercó hasta la peña emitiendo sus sonoros graznidos. Con ellos puso en alerta al pequeño conejo, que corrió como alma que lleva el diablo hasta guarecerse en su madriguera a pocos pasos. Son los linces cazadores de acecho, de manera que no persiguen largamente a sus posibles presas. Simplemente se acercan, saltan, lo intentan, y si el intento no da fruto, continúan su camino como si nada hubiera pasado.


Os contaba que había dos cosas que me llamaron la atención. Además del propio lince, la otra fue la gran cantidad de especies "emblemáticas" que pudimos ver en la zona. Es curioso como, a lo largo de los cuatro días que estuvimos oteando el terreno en busca del lince, pasamos a ver como una cosa "normal" el que una buitre negro, un águila real e incluso un águila imperial se cruzasen delante de nuestros objetivos una y otra vez. 

Lince en el que se aprecia el collar de seguimiento en su cuello

Sí amigos, sí. Hay fotos de todos ellos.
Pero eso será objetivo de la próxima entrada.
¡Hasta entonces!