Después de unos de meses tras su apertura, por fin pudimos acercarnos hace unos días al Centro del Lobo Ibérico de Castilla y León, situado en Robledo (Zamora) Antes de nada, por cierto, comentar que todas las fotografías de esta entrada están realizadas en las condiciones controladas que proporciona este entorno.
El Centro del Lobo cuenta con un espacio cerrado en el que se pueden visitar distintas salas dedicadas al conocimiento de este animal y de elementos relativos a su vida, hábitat, etc, así como al visionado de documentales que nos ilustran sobre las costumbres del superdepredador por excelencia de la zona. No os adelanto mucho más, para no estropear la sopresa si decidís acercaros.
Lobos macho y hembra (la hembra en primer plano) |
Posteriormente, una rampa da acceso a una serie de sendas que comunican con tres miradores construidos en madera desde donde se puede observar dos grupos de lobos (de tres ejemplares cada uno) en régimen de semi-libertad. No son lobos libres, todos ellos proceden de otros centros, pero eso no impide que pueda observarse algunos rasgos de su comportamiento habitual. En las fotos aparece una loba regurgitando algo de contenido estomacal, mietras que al macho pudimos observarlo mientras marcaba mediante orina, rascaduras, etc.
Hembra regurgitando parte del alimento. |
Macho marcando mediante la orina. |
En conjunto, y aunque hay cosas que podrían ser mejoradas, la sensación de la visita fue muy buena. El poder ver las idas y venidas de los lobos en un terreno tan limitado y desde tan corta distancia es un hecho que marca al mismo tiempo lo mejor y lo más mejorable de la visita. Lo mejor en cuanto a la cercanía con que los animales pueden verse y lo más mejorable en cuanto a que deja la sensación de que el terreno en que habitan los animales es mucho menor de lo que a ellos les gustaría (y a muchos de nosotros, me atrevería a decir)
Tras la vuelta, comentaba con mi padre los pormenores de la visita, y derivamos la conversación hacia el mundo del lobo, y a las experiencias que recordaba de su niñez-adolescencia, cuando los lobos campaban por las tierras cercanas a Horcajo Medianero.
Me contaba como, algunas noches, al salir a dar "la última vuelta" al ganado antes de acostarse, veía a un lobo sentado, tranquilo, hierático, que no hacía ningún ademán de moverse, hasta que echaba a andar hacia él, y, al acercarse, el lobo se levantaba, daba media vuelta y de manera tranquila se alejaba hasta perderse en la noche.
O aquella vez que un lobo estuvo acompañando durante largo trecho a un vecino montado en bicicleta, pegándose a su lado, sin dejar de seguirlo hasta que alcanzó las primeras calles del pueblo. Cuando llegó, apenas podía contar lo sucedido, ya que el encuentro parecía haberle quitado el habla.
Y otro en el que, el conductor del coche de línea, abatió a un ejemplar con la manivela con la que arrancaba el autobús, y lo trajo hasta el pueblo, ya que por entonces estaba vigente la Junta de Extinción de Animales Dañinos, y se pagaba por "las alimañas" que se cazaban.
Así, fuimos desgranando los avatares habidos con este majestuoso animal en Horcajo, en Los Ahijones, una zona en la que el lobo hace tiempo que falta.
El lobo. Un animal que no deja indiferente a nadie, que tiene sus admiradores y sus detractores, pero un animal, al fin y al cabo, que cumple con su lugar en el ecosistema, ese lugar en la cúspide de las pirámides tróficas que por naturaleza le ha tocado.
El lobo. Un animal que no deja indiferente a nadie, que tiene sus admiradores y sus detractores, pero un animal, al fin y al cabo, que cumple con su lugar en el ecosistema, ese lugar en la cúspide de las pirámides tróficas que por naturaleza le ha tocado.
Y hasta aquí esta entrada. Os dejo con una de esas estampas que se pueden ver en el Centro del Lobo de Robledo. Pero antes, permitidme que agradezca a mi padre, Ricardo, el haber sembrado en mí la semilla de la pasión por la naturaleza que me acompaña desde mi infancia.
¡Hasta la próxima!