lunes, 25 de noviembre de 2013

ESFINGE COLIBRÍ

Hola amigos: 
Las fotos y el texto que os traigo hoy a la entrada son especialmente entrañables para mí, desde el punto de vista de mi relación con los "bichos" 
Desde pequeño me fascinaban casi todos los animales que encontraba en mi camino, pero algunos, como este, lo hacían de especial manera, probablemente por su "disfraz" que me impedía acercarme a ellos de un modo similar al que ahora lo hago. 
Recuerdo haber empezado a fijarme en la esfinge cuando tenía poco más de 6 o 7 años, en el jardín de la casa de mi abuela. Recuerdo un bicho que me llamaba la atención, mitad pajarillo mitad abeja, que no me dejaba observarlo con claridad por lo rápido que se movía y al cual yo no echaba mano ni en broma, porque estaba convencido de que "aquello" tenía que picar, y bastante. 

Esfinges colibrí libando de una flor de cardo.
Nada más lejos de la realidad. La primera vez que oí hablar de la esfinge colibrí decidí que, si aquello no picaba, yo tenía que tener una entre mis manos. No he vuelto a cogerlas, pero la sensación al tocarla por primera vez en su cuerpecito de polilla... 

 
En fin, a lo que vamos.
La esfinge colibrí debe su primer nombre al grupo al que pertenece. Es un lepidóptero de la familia Sphingidae. Vamos, una polilla de las de toda la vida. Bueno, de las de toda la vida no, porque tiene la particularidad, bastante rara entre las Sphingidae, de ser una polilla de hábitos diurnos.
Su segundo nombre lo debe a su particular vuelo. Se pasa el día libando nectar de flor en flor, y para ello puede detenerse en el aire, eso sí, batiendo sus alas a toda velocidad. Nada menos que unas 85 veces por segundo, que no está nada mal comparado con el resto de las mariposas (unas 12 veces por segundo)
Este vuelo y el hecho de libar nectar de las flores es lo que hace que  (como me ocurría a mí de pequeño) muchas personas aseguren haber visto en su jardín un colibrí. 

Puede batir sus alas 85 veces por minuto.
Tiene unos 5 cm de envergadura alar, y sus alas delanteras son pardas con lineas y puntos negros, mientras que las traseras son anaranjadas. El abdomen es bastante oscuro, con laterales blancos, y en la zona trasera posee unas sedas (especie de pelillos) que recuerdan las plumas de la cola de un ave. Utiliza esta cola como timón en sus vuelos, que pueden superar los 50 km/h y son de una precisión magnífica. 

El nombre de su género, Macroglossum, nos descubre una nueva característica definitoria de la esfinge, su larga lengua (Glossum es lengua en griego) Así, este lepidóptero posee una larga lengua (más larga que el resto de su cuerpo) que puede enrollar en espiral y le sirve para libar el nectar de las flores. Es decir, una espiritrompa. 
En esta foto se aprecia su larga lengua.
Puede libar de casi cualquier flor, pero prefiere las flores de stellaria (de ahí su nombre específico) y de verbena, salvia, romero...
Pero cuando pone los huevos, suele hacerlo sobre especies del género Gallum (el amor del hortelano) y sus larvas se alimentan de este género de plantas. 


Aunque es una mariposa migratoria, en nuestra zona podemos observarla casi todo el año, Eso sí, suele pasar el invierno en alguna grieta o cobijo, hibernando, y solo sale de allí algunos días en que las condiciones climatológicas son un poquito más agradables, en busca de un poco de alimento suplementario.


En fin, amigos, que ahora que sé que es una polilla, ahora que sé que no pica ni muerde ni es un bicho tan raro como parecía, se ha convertido para mí en un ser entrañable, que me recuerda aquellas tardes de verano en el pueblo, persiguiendo alguna de flor en flor, fascinado y maravillado por esa "rareza" de la naturaleza. 
¡Hasta pronto!


















domingo, 17 de noviembre de 2013

¿Quién llegó tras el lobo?

Cuando aparece un cadáver en la sierra, ya sea porque (como en este caso) ha sido comido por un lobo o por alguna otra razón, entran en juego los carroñeros. 
Los pobres carroñeros han gozado de muy mala fama entre los humanos. Sin embargo, llevan a cabo una labor fundamental, la limpieza del bosque. Son como un equipo de recogida que, actuando por turnos, deja limpio el monte de cualquier resto de animales que hubieran podido quedar por allí, con lo que evitan infecciones, malos olores, enfermedades, etc...
Cuando aparece un cadáver en el monte, los primeros en llegar son los córvidos (urracas, cuervos, etc) que se alimentan de las partes más blandas del animal. Como poseen plumas "brillantes", al descender sobre el cadáver generan unos reflejos que son vistos por el siguiente grupo en llegar: los buitres. Y a ellos va dedicada esta entrada. 
Existen cuatro aves en España que podemos considerar dentro del grupo de los buitres. Los buitres negros, los buitres leonados, los alimoches y los quebrantahuesos. 

Los primeros en llegar a la carroña sob los buitres negros. Tienen una gran envergadura y son de costumbres más solitarias que los leonados. Su fuerte pico les permite abrir la piel del cadaver, y no comen más que los músculos superficiales. 

Buitre negro en vuelo

No tienen el cuello tan pelado como los leonados, tampoco hunden tanto la cabeza en el cadáver. No les gusta mucho ser molestados, así que en cuanto llega el tropel de buitres leonados suelen marcharse. 

Buitre negro. Obsérvese el fuerte pico.
Los buitres leonados no pueden acceder directamente al festín. Necesitan que otro animal rasgue la piel del cadáver para poder empezar a alimentarse. Generalmente es un buitre negro, como comentaba antes, quien hace este trabajo, pero en ausencia de éste, deben esperar a que lo haga un zorro, un lobo o, como me comentaba no hace mucho un compañero de Huesca, el propio alimoche, que veremos que suele acceder más tarde a la carroña. 
Buitre leonado en vuelo
Los buitres leonados suelen encontrarse planeando, aprovechando las corrientes térmicas, en busca de carroña de la que alimentarse. Cuando observan, por ejemplo, los destellos indicativos de las urracas o cuervos, se lanzan hacia el suelo desarrollando un vuelo especial, que es visto por los buitres leonados de los alrededores, que se dirigen rápidamente hacia la zona. Esta es la causa de que suelan juntarse muchos buitres ante un solo animal muerto. 
Buitre leonado
La cabeza pelada les permite acceder mejor al interior del animal, y comer casi todo lo que encuentran a su paso, vísceras, restos de carne, etc. 

Los alimoches que están por la zona (en caso de que los hubiera) se acercarán al cadáver tras los buitres leonados, y comerán la carne pegada a los huesos o los restos de carne que les hayan dejado. 

Alimoche (Arribes del Duero)

El alimoche no solo se alimenta de carroña, sino que en muchas ocasiones come también huevos, etc. Es una de las pocas aves (sino la única) que utiliza herramientas en su alimentación, ya que para abrir los huevos grandes emplea piedras que deja caer desde cierta altura.

Alimoche

Y, por fin, si estamos en una zona en la que existan quebrantahuesos (ahora mismo en la península esto ocurre casi únicamente en pirineos) esta ave llegará en último lugar, aprovechando para su alimentación los huesos del animal.

Quebrantahuesos en vista lateral.
 Si estos son demasiado grandes, los dejará caer sobre las piedras para fracturarlos. Esta práctica no la realiza para comerse el "tuétano" (como se podría llegar a pensar) sino para fraccionar el hueso en trozos más pequeños, que puedan ser ingeridos. 
Quebrantahuesos (Pirineo oscense).

 Y así, amigos, llegamos al final, en el que varios carroñeros se han aprovechado de los restos del animal muerto y el bosque vuelve a quedar limpio, comenzando otra vez toda la historia quizá en un lugar cercano. 
¡Hasta la próxima!

miércoles, 7 de agosto de 2013

En un lugar de Zamora...

...de cuyo nombre no quiero acordarme, he vivido este fin de semana una de esas experiencias tan asombrosas y gratificantes que uno siente que no se borrarán jamás de su retina o que, al menos, tardarán en hacerlo. 
Todo comenzó el sábado por la mañana, cuando me encontraba (junto a Pilar y Pepe) en plena observación de una zona de gran riqueza paisajistica y faunística de la provincia de Zamora. Los ciervos, corzos y algún que otro milano campaban a sus anchas cuando apareció él, tan elegante y majestuoso como siempre. ¡Allí estaba! El lobo. Y estaba junto a un ciervo de grandes dimensiones, lo que nos produjo un nivel aún mayor de excitación. Pronto nos dimos cuenta de lo que estaba sucediendo. El lobo se acercaba al ciervo y volvía a alejarse, intentaba buscarle los flancos, la parte trasera, lo rodeaba... Se les notaba cansados a ambos, muy cansados. Tanto que, el lobo, jadeante, se retiró unos metros y se tumbó entre unos brezos a descansar. El ciervo no podía más, daba unos pasos y se volvía a parar, se notaba que le costaba avanzar. El lobo volvió a levantarse y nos obsequió con una de esas imágenes impactantes de las que os hablo. Se paró frente al ciervo y así, cara a cara, frente a frente, estuvieron durante unos pocos minutos, quizá nada más uno, pero que a nosostros se nos hicieron interminables. Todos estábamos en silencio, con la sangre helada en las venas. El lobo, poco después, volvió a retirarse a los brezos y se tumbó, desapareciendo de nuestra vista.
Ciervo y lobo, mirándose frente a frente.
Tras un corto lapso de tiempo, un segundo lobo apareció por el flanco contrario. En ese momento el ciervo pareció recobrar algo de fuerza y el primer lobo volvió a la carga. Entre los dos, lo fueron azuzando y lo condujeron y persiguieron pendiente abajo. El ciervo coceaba, alguna de sus patadas alcanzó a uno de los lobos, se volvía de vez en cuando, intentaba hacerles frente. Así, con los dos lobos pegados tras él, llegó hasta los árboles que guardan el arroyo en el fondo del valle, momento en el que todos ellos, ciervo y lobos, desaparecieron de nuestra vista.
Ciervo corriendo pendiente abajo, con el lobo tras él.
 Nos miramos unos a otros y comenzamos a pensar y a elucubrar sobre lo que había pasado, sobre si los lobos acabarían con el ciervo, sobre lo grande que era... Pero la mañana había llegado a su punto de más calor y, de alguna manera, sabíamos que tendríamos que esperar la respuesta.
Lobo persiguiendo al ciervo.
Volvimos por la tarde, cuando el calor dejaba ya de apretar, y con la primera vista, comprendimos lo que había pasado. Sobre unas rocas cercanas, inmóviles pero majestuosos, imponentes en su porte, un grupo de buitres leonados y algún que otro buitre negro nos indicaban que el ciervo había sido derrotado. 
La tarde fue un ir y venir de buitres, cornejas, urracas, cuervos, e incluso un águila culebrera que se encontraba en las cercanías. Y cuando la tarde tocaba a su fin y anochecía los lobos volvieron a hacer su aparición en un claro cercano. El volumen de sus barrigas confirmaba que habían dado caza al ciervo. Estaban hartos de carne y no dudaron en tumbarse en el claro para hacer la digestión. 
Cuando cayó la noche y ya no se podía ver nada más, recogimos nuestras cosas y regresamos, prometiéndonos a nosotros mismos que estaríamos de nuevo allí con las primeras luces.
Y así, llegó el Domingo, pero eso amigos, será contado en la siguiente entrada. ¡Hasta pronto! 

(Las fotos de esta entrada no son de gran calidad, son meramente testimoniales. Motivo: estábamos situados a 1 km de distancia, desde un lugar en el que poder observar sin molestar, que es siempre nuestro primer y más importante objetivo)

martes, 4 de junio de 2013

COLIRROJO TIZÓN

Hola amigos!
Vuelvo para contaros una historia que ha sucedido muy cerquita de mi casa durante estos días, y que he tenido oportunidad de seguir de cerca día a día durante este tiempo. 
Todo empezó hace unos días, cuando al salir a la galería tras la cocina comencé a oír un fuerte piar de unos pollitos, y deduje que algún nido había sido instalado por los alrededores. 
Rápidamente cogí una escalera, la cámara de fotos, y salí de casa en busca de aquellos guerreros pollos que alteraban el silencio del edificio. No tardé en encontrarme con esto...

Pollos de colirrojo en el nido.

Aunque gracias al teleobjetivo pude sacarles fotos desde una distancia suficientemente prudencial, al verme aparecer se agazapaban tras la paja del nido y se quedaban callados hasta que yo volvía a bajar la escalera y desaparecía. Ese primer día aún no localicé a los padres, aunque suponía que el nido pertenecía a una pareja de colirrojo tizón (Phoenichurus ochrurus) que llevo viendo todo este invierno por los alrededores de la casa. Sin embargo, los que había cerca en ese momento, expectantes ante lo que ocurría, eran una pareja de pardillos (Carduelis cannabina) que llevan también un tiempo merodeando por el jardín.

Macho de pardillo
 
Hembra de pardillo

Dejé pasar tres días sin acercarme, pues no quería alterar la paz y el crecimiento de los polluelos. Al tercer día, cuando estaba subiendo la escalera, lo primero que hice fue constatar que el nido era de colirrojo tizón, y no por los pollos, sino porque la madre, al verme, empezó a llamarme con un fuerte canto buscando desviar mi atención. Y sí, la desvié, para hacerle ver que no iba en busca de los polluelos, así que la seguí durante un rato, dejando que ella me alejase del nido. Mientras tanto, aproveché para hacerle unas cuantas fotos. Aquí la tenéis, así de bonita...

Hembra de colirrojo

Tres intentos de despiste después, encontré lo que estaba buscando. Mientras la hembra de colirrojo intentaba distraerme, el macho, situado sobre una farola cercana, estaba presto para acercarse al nido a llevarles comida a sus polluelos. No me quitaba ojo de encima, pero en este caso estaba suficientemente callado y quieto como para no llamar la atención...

Macho de colirrojo con una presa en el pico.

No quería molestar, así que me retiré al interior de casa, para dejar al macho que se acercase con la presa a dar de comer a los polluelos, y esperé unos minutos antes de subirme otra vez rápidamente a la escalera, cámara en ristre y sacar fugazmente la foto de dos polluelos ya creciditos, que me miraban con ojos saltones esperando mi próximo movimiento.

Polluelos de colirrojo.

Un par de días más tarde, me encontré con uno de ellos en el suelo, haciendo cortos vuelos ante la mirada atenta de sus padres. Otra visita fugaz, otra vez a una distancia prudencial para no molestar, gracias al teleobjetivo. Y otra vez el polluelo percatándose de mi presencia, pero permaneciendo quieto, como posando para permitirme hacer la foto, antes de marcharme para casa y dejarles con su vida y sus clases aceleradas de vuelo...
 
Polluelo ya volandero de colirrojo.
Y, qué deciros... Que hace ya tres días de esto, y que a los polluelos no los he vuelto a ver. Pero sé que siguen por ahí, intentando crecer y acostumbrándose a la vida fuera del nido... pues varias veces, la última hace apenas una hora, he vuelto a ver al colirrojo macho piando, buscándolos, con una pequeña presa en la boca, deseoso de alimentarles y de verles, por fin... ¡VOLAR!

¡Ánimo, polluelos! Y bienvenidos a esta linda primavera...




miércoles, 24 de abril de 2013

Explosión primaveral...

Definitivamente... ¡ayer fue un buen día!

Estuve dando un paseo por Villardeciervos (Zamora), con Pepe, amigo con quien comparto la pasión por la naturaleza. Fue un buen día, en el que pudimos observar una vez tras otra esa explosión primaveral que nos acompaña desde hace unos días. Primavera que también le ha llegado a mi movil, que ha decidido dejarme sin guasap, internet y todo lo que no sea recibir llamadas... pero esto es otra historia. El caso es que qué mejor manera de aprovechar el 23 de Abril, fiesta de la Castilla y León, y día del libro que haciendo una buena lectura de la naturaleza de nuestra comunidad...
Como os decía, las explosiones de vida y renacimiento natural nos salpicaron durante todo el día. Dejaré para otras entradas las explicaciones pormenorizadas de algunos de estos integrantes, puesto que hoy mi intención es que disfrutéis de todos ellos en conjunto, al igual que yo lo hice.

Nada más comenzar el paseo, nos encontramos con un petirrojo. Primero, en medio del camino, dónde suela salir para observar quién merodea en su territorio, y desde donde emite sus voces de alarma, esos chip-chip metálicos tan característicos. Luego, subido en una rama, alegrando la mañana con sus trinos.

Petirrojo (Erithacus rubecula)

Y, enseguida, nos llamó la atención un pequeño pajarillo que subía correteando por el tronco de uno de los robles. Un agateador común. A él dedicaré mi próxima entrada, puesto que estuvimos un buen rato observando como traía ramitas y pequeños fragmentos de hojas, pelo, etc hasta su nido, escondido dentro de una de las grietas de un roble.
Agateador común (Certhia brachydactyla).
Poco más adelante, y una vez que nos pudimos desembelesar del pequeño agateador, nos salió al paso una curruca capirotada, que no se entretuvo mucho en nuestra presencia. Era un macho con su característico píleo negro (si fuese hembra lo tendría rojizo) Nos miró, dudó un poco, y se marchó volando con viento fresco, hacia otros lugares.

Curruca capirotada (Sylvia atricapilla).
Así que les tocó el turno a los herrerillos. Primero un herrerillo común se asomaba desde una rama, cercano a nosotros, pero empeñado en esconderse, tan coqueto él, para no dejarnos hacer una foto decente. Aún así, aquí lo tenéis, con su antifaz, escondido tras unas ramas, parece un ladronzuelo al acecho de un buen botín.

Herrerillo común (Parus caeruleus)
Cerquita de él estaba el herrerillo capuchino, saltando de una rama a otra con su característico capirote. De colores mucho más blanquecinos que su homónimo, la cresta le delata desde casi cualquier punto de vista.

Herrerillo capuchino (Lophophanes cristatus)
Caminando un rato más, nos encontramos con un pequeño constructor de nidos, un carbonero garrapinos, que estaba estableciendo su hogar entre las grietas de unas piedras, y lo estaba acomodando con pequeños trocitos de lana que traía de las cercanías.

Carbonero garrapinos (Parus ater)
 Y, ¡cómo no!, no podía faltar el pequeño jilguero, subido en esta ocasión a un precioso cerezo en flor.

Jilguero (Carduelis carduelis)
No todo fueron pájaros. Durante la tarde, y mientras nos adentrábamos en un pinar cercano, pudimos ver un ciervo. Con la nueva cuerna que le está creciendo ahora, tendrá que enfrentarse a otros machos por el dominio de sus territorios y por el apareamiento con las hembras disponibles.

Ciervo con los primordios de la cuerna cubiertos de borra
Salimos otra vez al claro y... ¡ya están aquí! Llegados con los primeros calores de la primavera, los abejarucos vuelven a pasearse entre los campos con sus vistosos colores. Este en concreto estaba, en el momento hacer la foto, regurgitando los restos de los artrópodos comidos (el esqueleto externos de estos, de quitina, no se puede digerir) en forma de una pequeña egagrópila.

Abejaruco (Merops apiaster)
Y, por último, ya hacia el final de la tarde, encontramos un grupo de piquituertos (podéis ver en la foto una hembra con el característico pico curvado) merodenando por el pinar. El pico "tuerto" les permite acceder perfectamente al interior de las piñas (ayer pudimos comprobarlo fehacientemente durante un buen rato)

Piquituerto (Loxia curvirrostra)
Y aquí termina el paseo, y la entrada. ¡Hasta la próxima!



miércoles, 17 de abril de 2013

LUCION (Anguis fragilis)

El sábado estuve de salida campestre en la zamorana comarca de Sanabria.
Buen día, soleado, buena ruta, buena compañía..., en fin, todo lo necesario para disfrutar de un buen día en el campo. 
Vimos bastantes bichos, que ya despiertan tras el invierno y comienzan a dejarse ver por aire, agua y suelo. 
Entre ellos, quiero destacaros a un pequeño habitante de los suelos que hace tiempo que no veía, el lución.

Lución (Anguis fragilis)
No es que sea un animal precisamente escaso en algunas zonas de España, donde la humedad y la hojarasca que cubre el suelo le proporcionan un hábitat adecuado y cobijo, pero es dificil verlo, ya que normalmente prefiere permanecer semienterrado, aprovechando la frescura y la humedad de las primeras capas del terreno, entre la hojarasca de hayedos o robledales. Recuerdo ver más de uno en mi provincia natal (Palencia), pero no he tenido la suerte de verlo en Salamanca, donde está relegado a las zonas de sierra del sur de la provincia.

Aunque a simple vista pudiera parecer una serpiente pequeña (es decir, del grupo de los Ofidios), el  lución, pese a carecer de patas, pertenece al grupo de los lagartos y lagartijas (es decir, los Saurios). De hecho, aunque no se observen las patas, sí es cierto que quedan vestigios de extremidades en su esqueleto interno.
Pero no es necesario abrirlo para ver que no se trata de una serpiente, pues hay un elemento externo que, con un poco de pericia y paciencia, puede ayudarnos en su identificación.


Las serpientes poseen un párpado que es fijo y transparente, de hecho es una escama modificada que cubre el ojo. Por el contrario, el lución, al igual que los lagartos y las lagartijas, poseen un párpado móvil, que podéis observar cerrado en la foto que aparece en la zona superior de estas líneas y abierto en la foto inferior.
 

Por último, el lución presenta autotomía, que es la propiedad de desprenderse de una parte de su propio cuerpo a voluntad, normalmente ante la proximidad de un peligro. Esto no ocurre en las serpientes, pero de todos es conocido que sí ocurre en las lagartijas.
El lución es ovovivíparo, es decir, que cría los huevos en su interior y pare después entre 2 y 22 crías.
Y poco más contaros, que se aletarga desde Octubre hasta finales de Marzo, que come caracoles,  lombrices y babosas y que me alegro de volver a verlo después de algún tiempo sin encontrarnos....


Para terminar os contaré que, al volver de la marcha, nuestras miradas volvieron a cruzarse una vez más con la mirada del lobo. Pero eso, amigos, tendréis que disfrutarlo en otra entrada, esta vez en otro blog, el de mi amigo Pepe, más dedicado a esto de los bichos grandes.
¡Hasta la próxima!

miércoles, 10 de abril de 2013

Territorios del Lince II

Hola amigos: 
Pese a las interrupciones provocadas por la garza, las garcetas y sus intenciones de quitarse el cobijo las unas a las otras, me quedaba pendiente un capítulo más sobre mi visita a los territorios del lince ibérico. 
Tal y como os comentaba en la anterior entrada, aunque para nosostros lo más espectacular fue, sin duda, disfrutar de la majestuosidad del elegante felino, nuestra espera se vio recompensasda en numerosas ocasiones por la vista de otros animales singulares presentes en la zona. 
Nuestros ojos cambiaron varias veces de rumbo, apartándose del telescopio con el que peinábamos el valle, y dirigiéndose hacia el cielo, para contemplar una serie de imponentes aves que merodeaban por la zona. 
La primera que os muestro es el águila real, ave que tiene una población bastante notable en España, y que es muy usada en cetrería, llegando a cazar incluso lobos o pequeños ciervos con ella. Muchos de nosotros aún tenemos en nuestras neuronas grabada la imagen de aquella águila real abalanzándose sobre la cabra montesa, rodada por el gran divulgador de la naturaleza, Félix Rodriguez de la Fuente. 
Águila real
Se distingue muy fácilmente en vuelo, gracias a las dos manchas blancas que salpican sus alas y a su gran porte, estamos hablando de un ave de unos 2 metros de envergadura en el macho y unos 2,3 en las hembras.

Casi de sorpresa, de forma majestuosa y enigmática, apareció ante nosotros una pareja de buitres negros. Volando, planeando más bien, a media ladera, se dejaron fotografiar "a gusto de los observadores" osea, nosostros. Algo más grande que "su primo", el buitre leonado, normalmente supera los 3 metros de envergadura, y tiene una diferencia notable respecto a él, que marca su fisonomía y su comportamiento. Tienen un pico más afilado y no tienen la cabeza desnuda como aquellos. 

Buitre negro.
Suelen ser los primeros en llegar a la carroña, y son más escrupulosos que sus parientes. Gracias a su pico, desgarran la piel de los animales que encuentran, y se alimentan únicamente de materia muscular, evitando las vísceras. A veces ingieren algo de piel o pelo, pero no tardan en expulsarlo en forma de egagrópila.

Buitre negro.
El buitre leonado, sin embargo, presenta su cuello prácticamente desnudo, provisto únicamente de un fino plumón al que la sangre y la carne no se adhieren fácilmente. Ello le permite meter su cabeza totalmente dentro de los animales muertos que encuentra. Le vale todo: carne, piel, vísceras... siendo, en este sentido, mucho menos selectivo que el buitre negro. Es común verlo volar en bandadas de unos cuantos individuos, que pueden compartir con unos pocos buitres negros.

Buitre leonado.
He de deciros que, sin duda, el ave que más me impresionó en este recorrido fue el águila imperial ibérica. Puede ser porque sea la más especial, la más amenazada de las aves que os muestro. Puede que sea porque hacía tiempo que no cruzábamos nuestras miradas. No sé lo que fue pero cuando, al mirar hacia el cielo, la volví a ver por primera vez (hay visiones que por muchas veces que aparezcan siempre parecen la primera...), sus hombros blancos me volvieron, como siempre, a dejar impresionado...

Águila imperial ibérica, mostrando los hombros blancos.
Compite con el lince en la caza de conejos, aunque también puede alimentarse de liebres, palomas o pequeños roedores, entre otros. Tiene una envergadura de unos 2 m y una historia que contar. A mediados del siglo XX, solo se tenía constancia de 50 parejas reproductoras. Hoy son unas 350 las que se tienen censadas. Y hay esperanzas de que la población pueda llegar a las 1400 parejas, y poder sacarla del cajón de los animales protegidos. Esperanzas y gente dispuesta a trabbajar por ello. Por ejemplo, la publicación del libro El águila imperial ibérica. El resurgir de una especie amenazada.

En el resto de animales no me voy a detener mucho. Por su especial porte me gustaría mostraros esta foto del muflón, que fue extinguido por la mano del hombre de prácticamente toda Europa, salvaguardándose en algunas islas, y que ahora ha vuelto a ser reintroducido. 
Muflón.
Y también hablaros, por su especial presencia, de la perdiz, ave que en estos lares se encuentra bastante "a sus anchas" Parece consciente de que el lince prefiere sin duda los conejos y de que el propio lince destierra de sus territorios a otros animales que pudieran alimentarse de ella...

Perdiz.
Por último, aunque en cautividad, también nos deleitamos con la vista de algunos toros bravos, y de alguna de las peleas de que fuimos testigos. Toda una demostración de su fiereza y brabura.
 
Toros bravos.
Y, esto es todo, amigos. Pronto volveremos con nuevas entradas. A ver si comienza el tiempo soleado y nosostros podemos regresar a nuestra "naturaleza diminuta". Hasta luego!


jueves, 21 de marzo de 2013

Garza, garcetas y cómo hacer la puñeta.

Hola amigos.
Tenía yo pensado contaros hoy mi segunda parte de los animales vistos en los territorios del lince, pero a veces las vida nos obsequia con espectáculos que, aunque cotidianos, no dejan de sorprendernos, y que deseamos compartir con quienes nos rodean.
Ya os he contado que vivo cerca de Salamanca. Pues bien, después de tantos y tantos días de lluvia, frío, viento, puramente invernales, llevamos un par de ellos con un tiempo más bien primaveral. 
Así que he aprovechado el sol para ir a dar algún paseo, cámara en ristre, por mi Salamanca querida. Entre estos paseos, decidí apostarme en el Puente Romano, y presencié el espectáculo que os cuento. 

Garza Real, oteando mientras se acercaba al dormidero
 A la caida del sol, un grupo de garcetas se fue acercando hacia unos altos árboles donde tienen su dormidero. De hecho, por eso me fui hasta esa zona, con el fin de observar el dormidero de garcetas y otro de cormoranes que está muy cerca de éste. 
Cuando las garcetas se estaban posando, apareció aguas arriba una magnífica Garza Real y, sin pensarlo dos veces, se abalanzó hacia el dormidero de las garcetas, dispuesta a compartir con ellas ese lugar tan privilegiado. Desde luego, no se le puede reprochar, desde esos árboles las vistas de la catedral y los restos de muralla deben ser magníficas...
Garza Real, acercándose a las garcetas.


 Pero, por lo visto, a las garcetas no les hizo ninguna gracia que haya una Garza en sus alrededores, así que se levantaron todas, montando una algarabía bastante considerable y se pusieron a perseguir a la Garza Real. 
Fue todo un espectáculo. La gente que paseaba por el Puente Romano, de repente detuvo su caminar y se pusieron a ver como una bandada de blancas garcetas perseguían a la Garza, y cómo, segundos más tarde, era la Garza la que daba la vuelta y volvaba detrás de ellas. 

Garza Real persiguiendo a las garcetas.
 
Al final, tras varios intentos de unas y otras por ocupar el lugar privilegiado entre los árboles, la Garza Real decidió abandonar su empeño y seguir aguas abajo, imagino que buscando un sitio con unos vecinos menos ruidosos... 

Garza Real (Ardea cinerea)