domingo, 15 de julio de 2012

MARIPOSA ÍCARO Y UNA SORPRESA...

Hola amigos:
Os presento a la mariposa ícaro (Polyommatus icarus), una mariposa diurna bastante común por toda la península, aunque no especialmente abundante. Os la traigo porque durante este curso me he topado con ella varias veces en las salidas al campo, si bien las fotos son de dos ocasiones en las que, por su peculiaridad, me pareció interesante fotografiarla. 

Polyommatus icarus
La primera de las ocasiones en las que nos encontramos, fue en las lagunas de Villafáfila, allá por el mes de marzo. Hacía frío, y la pobre mariposa estaba bastante quieta y aterida. Por eso pude cogerla con mucho cuidado, para poder sacarle una foto en la que se vieran bien las antenas.
Las antenas de las mariposas son todo un mundo. Algún día os hablaré de todas las funciones que encierran estos apéndices. A modo de avance, sí os contaré que les sirven de balancín cuando vuelan y que en ellas se sitúan los sentidos del tacto y del olfato de estos animales. 

Cabeza de mariposa ícaro.
Además, presentan notables diferencias entre las mariposas diurnas y nocturnas. 
Las mariposas diurnas, entre las que se encuentra nuestra protagonista ícaro, presentan las antenas siempre terminadas en una especia de maza. Además de esto, otra peculiaridad es que cuando descansan, sobre todo en su dormitar nocturno, cierran las alas plegadas, de manera que descansan con ellas en posición vertical. 

Antenas en forma de maza.
Las mariposas nocturnas, a las que llamamos normalmente polillas, presentan sus alas siempre horizontales cuando se descansan. Y, además, nunca tienen sus antenas terminadas en esa especie de maza que presentan las diurnas. En la mariposa nocturna que os enseño en la foto (hecha en Villardeciervos, Zamora, el año pasado) podéis observar como la mariposa tiene sus antenas en forma de pluma.

Antenas de mariposa nocturna, en froma de pluma.
Nuestro segundo encuentro se produjo hace unas dos semanas en Navasfrías, Salamanca, donde estuve pasando unos días con los alumnos, y con Bego, profe de prácticas, que nos acompañó durante la estancia. 
Uno de los días nos acercamos a ver las antiguas minas de Wolframio (una excursión, por cierto, muy recomendable) y allí, a la entrada de las minas, nos esperaba nuestra vieja conocida, la mariposa ícaro. 
Parecía otra que cuando nos vimos en Villafáfila, mucho más colorida y activa, por el calor (era uno de los días más calurosos de este año) y nuestra amiga ya no estaba medio adormilada encima de una planta aguantando el frío, sino que revoloteaba sin parar y se dedicaba activamente al apareamiento. En la foto que os muestro podéis ver a la mariposa ícaro apareándose, lo que nos permite observar la diferencia entre el macho y la hemabra (conocida como dimorfismo sexual) El macho es el ejemplar más azulado, mientras que la hembra presenta tonos más marrones. 

Macho (azul) y hembra (marrón) de mariposa ícaro apareándose.
El apareamiento de las mariposas se prolonga bastante en el tiempo, pudiendo pasar incluso de las 24 horas. Cada mariposa hembra se aparea una única vez en la vida, y parece que elije al macho no en función del tamaño (como se creía) sino en función del brillo de los dibujos de sus alas. Cuando se ha producido el apareamiento, la hembra pone los huevos en una planta específica, ya que la oruga solo puede alimentarse de ella (como las orugas de la mariposa de la seda, que se alimentan de hojas de morera...)


Volviendo a las minas de Wolframio, hoy os presento dos naturalezas dinimutas por el precio de una, jeje. 
A la entrada de una de las minas nos sorprendió la aparición de ¡UN MUSGO FLUORESCENTE! 
No sé si se aprecia bien en la foto, pero la visión era espectacular. Preguntamos al guía de las minas sobre qué podía ser lo que ocasionase ese fenómeno, pero nos dijo que no se sabía, y que los pocos que habían intentado darle una explicación no se ponían de acuerdo. Pudiera ser por el Wolframio (que se utiliza para fabricar tungsteno, el material con el que están hechos los filamentos de las bombillas) aunque en la mina también hay gran cantidad de arsénico que podría ser absorbido por los musgos. En cualquier caso, y aunque no tengamos lcaro el origen de esta maravilla, merece la pena acercarse hasta allí para disfrutarla.
Musgo fluorescente a la entrada de las minas.
 ¡Ah! Y ya que gran parte de las fotos de esta entrada están hechas en su compañía, permitidme que desde aquí les de un saludo a mis alumnos y les agradezca su buen hacer durante esos días, así como a Bego, nuestra nueva profe de Biología.

Y esto es todo, amigos, ¡hasta la próxima entrada!

jueves, 5 de julio de 2012

Encuentros esperados e inesperados...

Hola amigos!
De nuevo tengo que empezar esta entrada pidiendo un poco de perdón a Pepe, jeje, porque voy a inmiscuirme en su blog de "bichos grandes", pero sé que lo entenderá, sé que entenderá lo que disfruto con esta entrada, y lo que espero que disfrutéis vosotros. 
Dicho esto, os contaré que he estado unos días en Puebla de Sanabria, precisamente con Pepe, y que ayer me disponía a regresar hacia Salamanca... 
Salí de Puebla a eso de las nueve y media de la noche, y desde el principio tuve la sensación de que todo era perfecto a mi alrededor para ver "bichos" La luz perfecta, la temperatura perfecta. Solo había un problema... ¡Me había dejado la cámara de fotos en el maletero!
Aún así, como últimamente estoy cada vez más convencido de que salen más bichos cuanto menos equipo llevas (yo creo que nos vigilan...) pues decidí que la cámara se quedaba en el maletero...
Tras recorrer el tramo de autovía, y salirme a la carretera que va hacia Zamora, la sensación de que las cosas se movían a mi alrededor era indescriptible. Una de esas veces en las que sientes que la vida te rodea. Y aunque iba conduciendo solo, me sentía, de alguna manera, acompañado por la naturaleza hirviente a mi alrededor. Fue unos kilometros después, cuando aparecieron ante mis ojos...
Sí, amigos, cuatro ciervos pastando al lado justo de la carretera. Impasibles ante el paso de uno de tantos y tantos coches. 
Ràpidamente, mi cerebro funcionaba a toda velocidad. ¡NO PARES! Primero, para no asustarlos, pero sobre todo para no asustarme yo. Aunque la visión de cuatro ejemplares de ciervo sea todo un espectáculo, la prudencia y seguridad debe estar por encima de todo. Avancé por la carretera unos metros, me salí en una zona resguardada, saqué la cámara del maletero, monté el objetivo, preparé el equipo, y me di la vuelta, puesto que había visto que justo enfrente de donde se encontraban los ciervos pastando había una entrada donde podía dejar el coche fuera de la carretera. 
Así que, di media vuelta, avancé despacito hasta donde estaban, aparqué, saqué la cámara por la ventana y... comenzó el espectáculo. La luz ya no era muy buena, pero aún así me despaché a gusto con los cuatro ciervos.
En las fotos se puede apreciar que eran dos hembras y dos machos. Las hembras las de los laterales y los machos en el centro. Si os fijáis en las cornamentas de los machos, veréis que el de la derecha es un macho más joven, un vareto, ya que solo tiene una cuerna, por lo que probablemente tenga solo un año, mientras que el macho de la izquierda tiene ya al menos un par de años.

Las cuernas de este segundo macho no son totalmente simétricas, lo cual le podría traer problemas a la hora de luchar, aunque es posible que esos problemas no sean muy importantes, ya que las cuernas conocidas como "luchaderas" (las que se observan como más pequeñas en la foto y saliendo hacia adelante) están en su posición correcta. 
En fin, que los cuatro se quedaron mirándome, se alejaron un poquito, cosa que agradecí, porque estaban tan cerca que no me cabían todos en la foto y se quedaron un buen rato ahí, muy tranquilos, pues ante cualquier movimiento mío podían resguardarse rápidamente entre los árboles cercanos. Esperaron hasta que, minutos más tarde, volví a dejar la cámara, coger el coche y marcharme de allí. Ya os he contado que, a veces, uno siente que empieza a interferir demasiado en la vida de los bichos. Es el momento de marcharse... ya habrá otras ocasiones para el reencuentro...
En cuanto me marché, se acercaron otra vez a la zona donde estaban pastando, y siguieron allí, como si nada, sin saber que habían quedado inmortalizados y que hoy ocuparían este espacio...

Y, aunque no quiero enrollarme mucho, os diré que hubo algo que redondeó el viaje de vuelta cuando la noche tejió su manto. Sí, LA LUNA, esa luna tan maravillosa, a veces oculta, a veces tan presente, pero siempre ahí, siempre en su sitio, dispuesta a regalarnos instantes como estos...

Nada más salir, cuando parece un inmenso disco de fuego...
Un poco después, todavía anaranjada, pero ya recortada sobre el negro cielo...
Y al fin, cuando alcanza su cenit, siempre preciosa, elegante, nunca me canso de mirarla...
 Y esto es todo, amigos... ¡Hasta la próxima entrada!