jueves, 5 de julio de 2012

Encuentros esperados e inesperados...

Hola amigos!
De nuevo tengo que empezar esta entrada pidiendo un poco de perdón a Pepe, jeje, porque voy a inmiscuirme en su blog de "bichos grandes", pero sé que lo entenderá, sé que entenderá lo que disfruto con esta entrada, y lo que espero que disfrutéis vosotros. 
Dicho esto, os contaré que he estado unos días en Puebla de Sanabria, precisamente con Pepe, y que ayer me disponía a regresar hacia Salamanca... 
Salí de Puebla a eso de las nueve y media de la noche, y desde el principio tuve la sensación de que todo era perfecto a mi alrededor para ver "bichos" La luz perfecta, la temperatura perfecta. Solo había un problema... ¡Me había dejado la cámara de fotos en el maletero!
Aún así, como últimamente estoy cada vez más convencido de que salen más bichos cuanto menos equipo llevas (yo creo que nos vigilan...) pues decidí que la cámara se quedaba en el maletero...
Tras recorrer el tramo de autovía, y salirme a la carretera que va hacia Zamora, la sensación de que las cosas se movían a mi alrededor era indescriptible. Una de esas veces en las que sientes que la vida te rodea. Y aunque iba conduciendo solo, me sentía, de alguna manera, acompañado por la naturaleza hirviente a mi alrededor. Fue unos kilometros después, cuando aparecieron ante mis ojos...
Sí, amigos, cuatro ciervos pastando al lado justo de la carretera. Impasibles ante el paso de uno de tantos y tantos coches. 
Ràpidamente, mi cerebro funcionaba a toda velocidad. ¡NO PARES! Primero, para no asustarlos, pero sobre todo para no asustarme yo. Aunque la visión de cuatro ejemplares de ciervo sea todo un espectáculo, la prudencia y seguridad debe estar por encima de todo. Avancé por la carretera unos metros, me salí en una zona resguardada, saqué la cámara del maletero, monté el objetivo, preparé el equipo, y me di la vuelta, puesto que había visto que justo enfrente de donde se encontraban los ciervos pastando había una entrada donde podía dejar el coche fuera de la carretera. 
Así que, di media vuelta, avancé despacito hasta donde estaban, aparqué, saqué la cámara por la ventana y... comenzó el espectáculo. La luz ya no era muy buena, pero aún así me despaché a gusto con los cuatro ciervos.
En las fotos se puede apreciar que eran dos hembras y dos machos. Las hembras las de los laterales y los machos en el centro. Si os fijáis en las cornamentas de los machos, veréis que el de la derecha es un macho más joven, un vareto, ya que solo tiene una cuerna, por lo que probablemente tenga solo un año, mientras que el macho de la izquierda tiene ya al menos un par de años.

Las cuernas de este segundo macho no son totalmente simétricas, lo cual le podría traer problemas a la hora de luchar, aunque es posible que esos problemas no sean muy importantes, ya que las cuernas conocidas como "luchaderas" (las que se observan como más pequeñas en la foto y saliendo hacia adelante) están en su posición correcta. 
En fin, que los cuatro se quedaron mirándome, se alejaron un poquito, cosa que agradecí, porque estaban tan cerca que no me cabían todos en la foto y se quedaron un buen rato ahí, muy tranquilos, pues ante cualquier movimiento mío podían resguardarse rápidamente entre los árboles cercanos. Esperaron hasta que, minutos más tarde, volví a dejar la cámara, coger el coche y marcharme de allí. Ya os he contado que, a veces, uno siente que empieza a interferir demasiado en la vida de los bichos. Es el momento de marcharse... ya habrá otras ocasiones para el reencuentro...
En cuanto me marché, se acercaron otra vez a la zona donde estaban pastando, y siguieron allí, como si nada, sin saber que habían quedado inmortalizados y que hoy ocuparían este espacio...

Y, aunque no quiero enrollarme mucho, os diré que hubo algo que redondeó el viaje de vuelta cuando la noche tejió su manto. Sí, LA LUNA, esa luna tan maravillosa, a veces oculta, a veces tan presente, pero siempre ahí, siempre en su sitio, dispuesta a regalarnos instantes como estos...

Nada más salir, cuando parece un inmenso disco de fuego...
Un poco después, todavía anaranjada, pero ya recortada sobre el negro cielo...
Y al fin, cuando alcanza su cenit, siempre preciosa, elegante, nunca me canso de mirarla...
 Y esto es todo, amigos... ¡Hasta la próxima entrada!


3 comentarios:

  1. Ernesto. La suerte te acopaña a todas partes. Cualquier día tropezarás con algún ejemplar único en su especie que, perdido, estaba esperando tu presencia para que lo inmortalizaras con tu cámara antes de morir.
    ¿Cómo te lo montas?
    Si aceptas mi consejo, cómprate una mini cámara de espía que la puedas llevar en la solata y así, como los profesionales, siempre la tendrás a mano en cualquier momento que la precises.
    Bonitas fotos de ese joven enamorado de la luna.
    ¡Qué suerte tropesarse así con cuatro ejemplares como los que nos brindas con tus fotos..!
    Saludos. Luis

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    1. Gracias Luis. La verdad es que ni yo mismo me creía que no se moviesen... Respecto al consejo, gracias, jeje. Siempre llevo conmigo una compacta, pero con tan poquita luz me servía de mucho...
      Saludos. Ernesto.

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  2. ¡Qué gozada!.
    Gracias Ernesto por hacernos partícipes de tus reportajes, tan interesantes, como curiosos y sorprendentes.
    Con tus relatos y oportunas y también difíciles imágenes lo consigues.
    FELICES VACACIONES Y VERANO; pero del blog no te ausentes dos meses.

    -Manolo-

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